En este blog ya hemos hablado sobre las lesiones, sus distintos tipos y los mejores métodos para prevenirlas. Entre estas últimas es, precisamente, que se ubica el factor flexibilidad.
Es cierto que en el pasado la flexibilidad no ha sido un aspecto particularmente analizado. Sin embargo, hace ya un tiempo que se viene imponiendo como parte integral de un programa de entrenamiento físico. Se promueve con la finalidad, entre otras cosas, de disminuir el riesgo de lesiones, aliviar el dolor muscular post ejercicio y mejorar el rendimiento deportivo.
Teniendo en cuenta distintos puntos de vista, la flexibilidad podría definirse como la capacidad de desplazar una o varias articulaciones a través de una amplitud de movimiento completa, sin restricciones ni dolor alguno, e influenciada por músculos, tendones, ligamentos, estructuras óseas, tejido graso, piel y tejido conectivo asociado (Borms, J. Van Roy, P. 2001).
Sin embargo, cabe destacar que existe una gran confusión respecto a la definición exacta del término. Esto se debe a la pluralidad de acepciones que tiene, según quién lo utilice y en qué contexto.
Otra definición clara podría ser: capacidad del individuo de alcanzar las máximas amplitudes articulares, acompañadas de las elongaciones musculares y ligamentosas correspondientes (Lizuar, Martin y Padial, 2000).
Como dijimos anteriormente, la amplia variedad terminológica que rodea esta cualidad física genera cierta confusión en el empleo de la misma. Lo mismo sucede al intentar clasificarla.
Una clasificación detallada y clara puede ser la utilizada por Merino y Fernández (2009) en su trabajo sobre tipos de flexibilidad.
En este sentido, se plantean cuatro enfoques integradores, a partir de los cuales, se desprenden distintas categorías según:
En este caso, la flexibilidad se puede dividir en activa, cuando la musculatura del sujeto se contrae para movilizar la o las articulaciones involucradas; y pasiva cuando esta musculatura no se contrae, es otra fuerza ajena la que produce la acción.
Aquí lo que se considera es el movimiento existente y se pueden observar dos categorías.
Por un lado, tenemos la flexibilidad dinámica, es decir, la posibilidad de implementar una gran amplitud articular durante un movimiento o una secuencia de movimientos.
En esta categoría, encontraremos también una subdivisión: Flexibilidad dinámica balística, flexibilidad dinámica natural o flexibilidad dinámica lenta.
En todos los casos se trata de la capacidad de aplicar una gran amplitud articular durante un movimiento o una secuencia de movimientos, variando la velocidad a la que se realice: elevada, normal o por debajo, respectivamente.
Por otro lado, se ubica la flexibilidad estática, que se entiende como la capacidad para mantener una postura en la que se emplee una gran amplitud articular.
En términos generales, la flexibilidad suele estar influenciada por una serie de factores, tanto intrínsecos como extrínsecos. Entre estos se ubican el tipo de ejercicio y la frecuencia con que lo desarrolle el individuo, el sexo, la edad y la articulación implicada en cada caso.
Como os decimos siempre, recuerden consultar con profesionales a la hora de decidir comenzar un trabajo físico de cualquier tipo.
Me llamo Carlos Lázaro, soy entrenador personal personal y nutricionista profesional y mi objetivo es democratizar el conocimiento y ayudar a las máximas personas posibles a mejorar sus vidas y transformar sus cuerpos. Gracias.